Tradicionalmente, en occidente concebimos que, tanto los seres humanos como animales y plantas, pasamos por cuatro fases: nacimiento, crecimiento, madurez y muerte.
De esta forma, también solemos identificar estas etapas en la vida de un producto, entendiendo el nacimiento como su creación, el crecimiento como su uso, la madurez como el declive de éste y la muerte como su desecho.
Tenemos que trasladarnos a oriente para acercarnos a una noción un poco distinta de la vida, que tal vez nos pueda ayudar a enfrentarnos de manera más responsable al consumo de bienes y servicios.
Ricardo Alves Photography |
Intentar comprender de esta forma la vida de un producto o de un servicio puede hacernos reflexionar, por ejemplo, acerca de la posibilidad del reciclaje, de la reutilización de materias primas o de cualquier incorporación de mejoras en los puntos del proceso.
Sin embargo, aún es necesario ir un poco más allá. Sabemos que todas las etapas en ese ciclo de vida consumen recursos y provocan efectos medioambientales y sociales, por eso resulta indispensable diferenciarlas, desglosarlas, analizarlas, para así marcar una pequeña diferencia y valorar el impacto de cada paso. Para esto se cuenta con metodologías y herramientas específicas.
El ciclo comienza con el diseño, con la idea. Este período es de vital importancia, puesto que de él dependen cuántos materiales se utilizarán para su creación, cuáles, de dónde y cómo se obtendrán; cómo se transportarán, quién lo hará, bajo qué circunstancias y, desde el inicio, contar con la posibilidad de mejorar las condiciones socio-ambientales del entorno sobre el que se actúa.
De forma similar se evalúan las siguientes etapas:
- Tratamiento de las materias primas.
- Fabricación del producto.
- Distribución y transporte.
- Uso, reutilización y mantenimiento del producto acabado.
- Reciclaje.
- Gestión de los residuos
En estos días ha tenido bastante difusión una pequeña empresa, Granja La Sierra, que sirve de ejemplo de actuación consecuente y superadora. Con su nuevo diseño de envase, su yogur ecológico se ha convertido en el primero de Europa con etiqueta compostable de bioplástico.
La globalización, el consecuente aumento de la deslocalización de industrias y la escasa regulación internacional dificultan ampliamente este análisis para las grandes empresas, dando lugar en ocasiones a graves implicancias sobre los derechos humanos o sobre los recursos naturales.
Los debates también tienden a globalizarse y lo mismo ocurre con la presión que ejercemos como consumidores.
La catástrofe ocurrida en Bangladesh hace un año, por ejemplo, parece estar sentando bases para generar un cambio profundo en el ámbito textil.
En el sector de la industria de aparatos electrónicos de consumo, importantes fabricantes se han comprometido a conseguir una cadena de aprovisionamiento de minerales "libre de conflicto".
GreenAmerica.org desarrolla actualmente una campaña para modificar una de las fases primarias en la vida de estos productos. La denuncia se debe al uso de ciertas sustancias que en China no están prohibidas y resultan muy peligrosas para la salud y seguridad de los trabajadores, con consecuencias como la leucemia por intoxicación. Según informa esta organización, más de 12 millones de personas trabajan en el sector de la electrónica en ese país.
Como consumidores, nos encontramos muchas veces ante la disyuntiva de escoger entre diferentes productos. Pocas veces tenemos la oportunidad de conocer los procesos por los que han pasado.
Podemos elegirlos en relación a factores como la proximidad (con lo que colaboramos en el ahorro de energías por el transporte, además de beneficiar a comunidades cercanas) o los materiales con los que están hechos, pero también es importante el uso que le demos durante su vida útil.
En el blog de Planchic nos ilustran al respecto con el ejemplo de unos vaqueros. Concluyen que el impacto ecológico de esta prenda proviene un 50% de su fabricación y el otro 50% de su uso. Es decir, que debemos tener en cuenta también el uso o abuso que ejercemos sobre nuestros bienes de consumo, ya que éste va a ser decisivo a la hora de minimizar su impacto.
¿Y por casa cómo andamos?
Fuente: Fundamentos de Programación |
En cuanto a las respuestas que he recibido de las encuentas realizadas y compartidas en el post anterior, se reflejan estas inquietudes o necesidades principales:
- Se requiere acceso a mayor información, en varios temas claves, veraz y que evite confusiones.
- Los consumidores y consumidoras tenemos una alta disposición a poner de nuestra parte si vemos que con nuestra acción podemos mejorar las cosas.
- Proveedores y productores son los que perciben las mayores trabas que sufre el sector concienciado con su accionar, centradas fundamentalmente en la distribución, producción, costos o falta de información.
- Consumidoras y consumidores queremos saber qué hay detrás de los productos o servicios. Las empresas proveedoras y productoras quieren que se sepa :)
¡Los comentarios individuales están siendo aportes valiosísimos de información complementaria! ¡Gracias!
Los formularios estarán disponibles permanentemente para dar la oportunidad a quien quiera de participar en este proceso.
La labor de Hacia Otro Consumo y de quienes participamos es encontrar la manera de resolver en algún grado estas necesidades e inquietudes, y otras que pudieran reflejarse durante el desarrollo y estudio del proyecto.
El objetivo es encontrar maneras creativas y colaborativas porque, si queremos cambiar el rumbo, no podemos hacerlo transitando por los mismos caminos.
Os animo a reflexionar acerca del consumo en sí mismo, de la ética empresarial, del uso que hacemos de las cosas. Seguramente ahora estamos un poco más cerca de entender qué debemos buscar detrás de un producto o servicio.
¿Se te ocurren otras formas de seguir avanzando?
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Más información:
ComunicaRSE: Nueva legislación sobre "minerales en conflicto".
Fair Phone: Conflict-free Mineral Legislation in the US and EU
Ecointeligencia: El análisis del ciclo de vida
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